Otra noche en que ya metida en la cama -con la luz apagada, los ojos cerrados y en posición fetal rodeando con los brazos a mi amado peluche vaca y con las piernas a mi adorado peluche brócoli- tengo una maravillosa idea sobre la que escribir.
Se enciende algo en mi cerebro animado Dios sabe por qué, será por la música que llega del bar de abajo y las ganas de juerga, que es un no parar. Toda mi ocurrencia y creatividad adormecidas durante el día se ponen a funcionar a máximo rendimiento y mi mente enuncia palabra a palabra frases y rimas dignas de publicarse en una columna de cualquier cabecera nacional sino de coescribir una novela con Mario Vargas Llosa o componer una canción para Sabina.
Pequeño problema: el micromundo de mariposas y paranoias intramurallas de mi cráneo está que arde en actividad, sí, no se puede decir lo mismo en cambio de mi (no tan “micro”) cuerpecillo, que no está en absoluto por la labor de abrir ojos, soltar peluches, encender la luz y salir de la cama a pasar frío para buscar papel y boli en el escritorio.
¿Conclusión? Confío en que mi cabeza además de poetisa se convierta a medianoche en una mente maravillosa capaz de recordar cada coma de mi tésis literaria a la mañana siguiente. Evidentemente esto no ocurre y por enésima vez en mi existencia da la hora del desayuno y me digo “oye… yo anoche tuve una idea, hoy tenía que escribir algo grande… ¿no? ¿De qué iba?…”. Y ni el café ni las tostadas me han sabido dar respuesta.
Por esta vez me he negado a resignarme al blanco mental, la falta de ideas y el tedioso y aburrido silencio. He releído a Alberto Moreno en GQ recordándonos lo importante que es plasmar pensamientos en escritos, aunque a nadie interesen, por aquello de intentar no ser un gañán o incluso parecer inteligente y atractivo y me he venido arriba que digo yo siempre.
Como morro no me falta, la verdad por delante, he decidido contaros mi tara por si tenéis algún consejo y por ver qué tal lleváis lo de invertir tres minutos de vuestro preciado tiempo leyendo mi historia de lo que pudo ser y no fue.
Oye, que más se enrolló Julio Cortázar para enseñarnos a subir una escalera y al tipo se le estudia en los institutos.
Jajaja, yo te aconsejo dejar el móvil a mano y cuando te venga la idea usa la grabadora. No te hace falta ni dar la luz de la habitación. Ya lo transcribirás a la mañana siguiente,
Es que tengo la mala costumbre de apagar el móvil por la noche… ¡pero tomaré nota para otra ocasión! 🙂
Hola, solo quería decirte que te he nominado http://dulceriadesecretos.wordpress.com/2014/05/18/the-cracking-chrispmouse-bloggywog-award/