Además del famoso pan, todos deberíamos llegar al mundo con una libreta debajo del brazo para llevarla siempre encima. Tampoco hace falta que todo el tiempo, pero sí todos los meses de nuestra vida. Tengo la convicción de que si todos escribiésemos más a menudo lo que se nos pasa por la cabeza y, sobre todo, si releyésemos lo escrito llegado el momento, el mundo iría infinitamente mejor.
Delirios favoritos
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Perdón por la tristeza
Si de alguna forma se pudiera saber cuándo es la última vez que se escribe la carta a los reyes magos creyendo que sus camellos van a entrar de verdad en tu salón cargados de regalos.
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A la hora de la verdad
“Ya me contarás a qué sabía mi sueño de facultad” fue lo último que me dijo a modo de buena suerte. Y ahí quedé yo, con cara de saber lo que hacía y sin darme cuenta aún del paquete extra de ilusiones que acababa de colarse de polizón en mi maleta.
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Hablábamos de tí
Con el tiempo descubres que no se crece a base de despertadores sonando por la mañana, ni de colecciones de días tachados en la agenda o listas de deberes hechos. Creces a base de historias.
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Agua
Por mucho que intentemos fingir y que nos engañemos con un montón de falsas y endebles certezas, en el fondo sabemos que la vida acaba reduciéndose a una partida al Hundir la flota. A un continuo experimento prueba-error.
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Es como lavarse los dientes
“La incultura sale siempre más cara que la cultura”.
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Cuentagotas
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